En todas las relaciones humanas existen altibajos, éxitos y fracasos, alegrías y decepciones, es precisamente la decepción el sentimiento que mueve a la personas que constantemente viven recordando que su pareja les fue infiel o les fallo de alguna manera. Este es un problema mucho más serio de lo que solemos pensar, ya que como veremos esta idea que es reiterativa y tóxica puede representar una potencial amenaza para el bienestar de nuestras relaciones interpersonales y nuestra paz interior.

Foto por: unsplash.com
La expresión: «me fallaste» es una muestra clara de la decepción que el emisor de la frase necesita manifestar ante el receptor y a la vez es evidencia de una conexión profunda con la persona a quién se le dicen estas palabras o sus similares. Resulta muy importante tener en cuenta que a pesar de no ser fácil es necesario reconocer que no se tiene el poder para controlar todas las circunstancias y mucho menos a las personas… Resulta frustrante al principio pero es muy beneficioso entender que no podemos controlar todo lo que ocurre en la vida y que nos afecta de alguna manera.

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Otro punto importante a tener en cuenta a la hora de hablar de ese doloroso: «Me fallaste» es el de las expectativas que se tienen, las cuales al verse no correspondidas o directamente traicionadas, se convierten en esa decepción que pasa por el shock y la sorpresa, por la perdida de confianza y la sorpresa de lo inesperado. El problema con las expectativas, además de las obvias repercusiones que conlleva, son las creencias que pueden ampararse bajo su sombra y que suelen limitarnos. Estas creencias limitantes son la raíz de problemas que no tienen si quiera que ver con la decepción.

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Hay que tener en cuenta que todos vivimos estas decepciones y es importante recordar que es parte del vivir; No es necesario auto flagelarse o dejar de confiar en las personas porque he vivido una decepción, por el contrario es una experiencia de la cuál podemos extraer un gran provecho. La tristeza que acompaña a la decepción debe ser cuidada con meticulosidad, puesto que resulta muy fácil llenarse de culpa en esa especie de ciclo tóxico en el cuál se encierran las personas que no son capaces de ver más allá de la decepción y ver lo fugaz que es en comparación con la vida.