La meta es vista culturalmente como el final del camino, como ese lugar al que debemos llegar, o donde se encuentra eso que tanto anhelamos. Hemos pasado años aprendiendo cómo debemos proponernos una o más metas y fijamos un tiempo con el ánimo de cumplir y alcanzar nuestros objetivos. Pero qué tal si te digo que la meta no es realmente el lugar al que quieres llegar, sino que más bien la meta es nuestro punto de partida, esta percepción nos permite empezar actuar y plantearnos en cierta dirección, es como un mapa que nos muestra el camino que debemos recorrer para lograr los resultados de nuestra meta.

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La confusión surge, cuando la sociedad nos propone que las metas son el lugar al que deseamos llegar y así es como perdemos cualquier motivación y claridad sobre el proceso para lograr nuestro éxito, las metas son nuestro punto de partida y debemos disfrutar el proceso para llegar a ellas, pues el asumir la meta como un punto de partida, se vuelve un apoyo que nos ofrece la posibilidad constantemente de reinventar la forma de ver e interactuar con nuestros propósitos y así evitar las incomodidades y vivir en la realidad que anhelamos.
Si en lugar de proponernos metas para simplemente alcanzarlas, con lo que esto puede llegar a implicar ( la pérdida de interés) comenzamos a hacerlas parte de un sistema de navegación para la consecución de ellas, te servirá de estímulo y te ayudará como combustible del proceso que a veces puede parecer largo y tedioso con esto veras que has encontrado la clave de vital importancia para que en nuestras vidas se puedan manifestar de forma inevitable los resultados que esperamos en nuestros proyectos.

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Por último, es preciso señalar que la importancia de este cambio de enfoque sobre nuestras metas está basado en la idea de ser consistentes y de obtener el mayor provecho que en sumatoria construye un vida satisfactoria.