Una de las pregunta que las generaciones más antiguas se hacen es: porque hoy en día ninguna relación funciona y por qué antes las cosas eran más sencillas cuando la gente buscaba una pareja?Los psicólogos le echan la culpa a la gran diferencia de la forma de pensar de los jóvenes, los ideales poco convencionales en las nuevas generaciones en comparación con las pasadas.
Aquí algunos puntos importantes del porque las relaciones de parejas de la nuevas generaciones no funcionan.

No estamos preparados para hacer sacrificios
Definitivamente no estamos preparados para hacer un sacrificio grande; comprometerse con alguien, es prometer un amor incondicional, del cual ni siquiera sabemos si estamos seguras o seguros, de poder ofrecer o de realmente querer esto. Crecimos en una generación que ya no está preparada para invertir en hacer que una relación funcione, queremos todo fácil y en el momento. Creemos que habrá alguien que nos podrá amar tal y como somos sin poner un poco de esfuerzo de nuestra parte, sin mencionar lo egoísta de las nuevas generaciones.
No queremos una vida monótona

Queremos viajes, escapes y subidones de ánimo temporales. Queremos a alguien que vea películas con nosotros, que nos ame y respete, que sea exitoso, que sea ordenado, queremos un compañero de fiesta y además que tenga el mismo espíritu aventurero que nosotros mismo. Sin embargo hemos dejado de lado desear a alguien que simplemente nos entienda incluso en nuestros más profundos silencios. Olvidamos lo esencial del amor y la compañía por hacerle más caso a las personas que nos hacen sentir “vivas” por un instante.
Nos importa mucho más seguir nuestros sueños materiales
Nos importa mucho más tener cosas que sentir emociones, hemos reemplazado las cosas materiales que nos ayudan a presumir la ‘gran felicidad’ que nos brinda en la vida, por las verdaderas emociones que nos generan alegría en el alma. A casi nadie le importa ya algo que ‘nos haga feliz’ si no se puede plasmar en una foto; necesitamos constantemente tener la prueba material de nuestra felicidad, generalmente a costa de lo que nuestro verdadero espíritu necesita para sentirse pleno y feliz.